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Entrevista Elisa García-Mingo: “La presencia de hombres referentes en la lucha contra la violencia de género es importante para hacer frente a la manosfera”

Entre los compromisos del Pacto de País por la igualdad y vidas libres de violencia contra las mujeres -el proceso de trabajo impulsado por Emakunde dentro de la iniciativa internacional “Generation Equality” de ONU- se encuentra la transformación digital y la coeducación en edades tempranas. Estos dos ámbitos son estratégicos, especialmente teniendo en cuenta la reacción contraria a la igualdad a nivel mundial, que se dirige especialmente a la juventud y se extiende en el ámbito digital. Esta amenaza encuentra su acomodo en la manosfera, el conglomerado de espacios virtuales que dan cabida a movimientos que propagan discursos antifeministas y que banalizan la violencia machista.

Una de las mayores expertas en violencia en el entorno digital a nivel estatal es la profesora de la Universidad Complutense de Madrid, Elisa García Mingo. Es coautora del informe Jóvenes en la manosfera. Influencia de la misoginia digital en la percepción que tienen los hombres jóvenes de la violencia sexual, un estudio que expuso en el curso de verano organizado por Emakunde en la UPV-EHU sobre el análisis de la cultura digital de la juventud.

Desde que comenzó a investigar sobre la manosfera, ¿tiene la impresión de que cada vez ocupa más espacio?

Desde luego. En estos casi 5 años desde que comenzamos a concebir el proyecto, se ha producido una intensificación y una diversificación. Hay mucha más audiencia, más creadores de contenidos, pero también canales y mensajes más diversos. Ha aumentado todo.

¿Por qué ha encontrado acomodo la misoginia en la esfera digital?

Todo ha encontrado acomodo en la esfera digital. Hay que partir de que la misoginia forma parte de nuestra cultura, igual que la cultura de la violación es la dimensión cultural del patriarcado. Se va reproduciendo en los espacios que encuentra en cada momento, llegó a la televisión y ahora al espacio digital porque la vida entera se ha digitalizado. Lo que es necesario entender es cómo se transforma la cultura de la violación en esta época y qué tipo de sociedad digital tenemos. Porque también han encontrado acomodo los trastornos de conducta alimentaria, el suicidio o la extimidad, que define el hecho de exhibir lo íntimo.

¿La manosfera es un espacio masculinizado?

Totalmente, la presencia de mujeres no llega a un 10%. Pero, no solo son chavales jóvenes, hay mucho hombre adulto. Y es un espacio muy transversal, de todas las clases sociales. La manosfera tiene éxito, entre otras cosas, porque es capaz de diversificarse y llegar a diferentes sensibilidades, pero todas comparten el malestar y la frustración masculina. Desde padres a los que se les ha quitado la custodia a chavales que no consiguen ligar. Son malestares masculinos, misóginos, antifeministas, que buscan la hegemonía masculina. Hay mucha nostalgia del pasado.

¿Cómo se lucha contra esto?

La presencia de varones que sean referentes en la lucha contra la violencia de género es súper importante, que los chavales no consideren que es una cosa que les pasa solo a las mujeres. Sabemos que cuando les implicamos a ellos y les damos capacidad de decisión aparece la empatía, el reconocimiento de que está ocurriendo y que hay que erradicarlo. Es lo que mejor nos ha funcionado, construir un frente común en el que los hombres tengan su papel de no sostener la impunidad, de no ser testigos callados, de no ser espectadores.

El discurso negacionista se ha vinculado a partidos de extrema derecha, pero ¿la manosfera consigue permear más allá de la ideología?

Sí porque tiene más capacidad de poner mensajes a circular y de crear contenido de muchos tipos. La manosfera empaqueta muy bien los discursos. Los partidos políticos antes de hacer uso de las redes sociales, trasladaban sus ideas en mítines o manifestaciones, ahora la manosfera está todo el día disponible. No cuenta con un espacio off line por el que preocuparse y puede utilizar todos los géneros, formatos y espacios para repetir mensajes con un lenguaje persuasivo y machacón. A veces es un vídeo en bucle de Tik Tok y otras veces un meme. A esto le hemos llamado polinización, porque son tres o cuatro ideas que, de forma sencilla, se empaquetan y se circulan.

Por su vinculación a la universidad, tiene una relación diaria con jóvenes, ¿considera que tienen preparación y capacidad de discernir discursos negacionistas?

No. Aunque queramos dirigirnos hacia la alfabetización digital, autodefensa digital o ciberseguridad, la conclusión que obtenemos es negativa. De hecho, en nuestro informe Culpables hasta que se demuestre lo contrario. Percepciones y discursos de adolescentes españoles sobre masculinidades y violencia de género, una de las preguntas que hacíamos era si había un ejercicio de crítica hacia estos mensajes. Y nos encontramos con que no hacían fact checking o proceso de verificación de información, no se hacían preguntas ni se informaban por otras fuentes.

Entonces, ¿qué herramientas podemos utilizar para combatir el discurso digital antifeminista en la juventud?

Siempre digo que necesitamos incluir a gente que sea capaz de conectar con esa generación. En Australia hicieron una campaña, llamada Scroll, en la que invitaron a diseñadores y artistas de la generación Z para diseñar todo el concepto. Pensaron en buscar gente de la misma generación, que utilizase la misma estética y mensajes. Si quieres llegar a la población joven, la tienes que incorporar o al menos consultar y creo que no hay suficiente testeo con la juventud. Tenemos que asumir que lo consumen, pero con un consentimiento, que sea seguro y que sepan verificar de dónde vienen esos contenidos.

¿El secreto también está en sortear al algoritmo?

Sí, sobre todo en Tik Tok, que es la que más se usa. Es la red que tiene la mejor mediación algorítmica, la mejor experiencia de usuario del mundo. El problema es que no podemos ver lo mismo que ve un chico o una chica porque recoge metadatos sobre la edad, el género, la ubicación. Por eso, les debemos enseñar a cómo desactivar las cámaras de eco digital, que tienen un impacto negativo, a diversificar las fuentes de información, a escuchar y respetar y a verificar la información antes de compartirla. En definitiva, todo esto tiene mucho que ver con la educación ciudadana y el sentido crítico.

Toda la sociedad somos responsables…

Claro, hay que pensar en una corresponsabilidad de la población adulta que desconoce lo que las chicas y chicos están viendo y que se pueden estar metiendo en espacios de promoción del odio.

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