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Grigory Sokolov, la excelencia del piano, en una de las citas más esperadas del 41 FIMC

Es uno de los pianistas más talentosos y enigmáticos, capaz de hacer de sus recitales “un ritual casi privado”

El 41º Festival Internacional de Música de Canarias se aproxima a su recta final con dos de sus conciertos más esperados, a cargo del pianista Grigory Sokolov. Si bien el paso del músico ruso por Canarias supuso un hito para el FIMC en el año 2022, su regreso tan solo tres ediciones después es todo un logro para la organización y una verdadera suerte para el público isleño.

Considerado como uno de los pianistas más sublimes de su tiempo, Sokolov no solo repite festival esta semana, sino que también repite islas y escenarios. En concreto, con recitales en solitario previstos en el Auditorio Alfredo Kraus de Gran Canaria, el miércoles 12 de febrero, y en el Auditorio de Tenerife, el viernes 14 de febrero, ambos a las 20:00 horas. Una hora antes habrá una charla introductoria con las claves del programa que trae a las islas.

Natural de Leningrado (actual San Petersburgo), y con nacionalidad española en la actualidad, Grigory Sokolov comenzó a tocar el piano a los cinco años y, con apenas siete, inició sus estudios con Liya Zelikhman en el Conservatorio. Su talento como solista tardó poco en salir a relucir, con un reconocimiento internacional sin precedentes al obtener la Medalla de Oro en el Concurso Internacional de Piano Tchaikovsky en Moscú en 1966, cuando apenas tenía 16 años.

Varias décadas después, ya con 75 años y con multitud de conciertos en la memoria colectiva, Sokolov alimenta su leyenda con una devoción única por la música. Cada vez que se dispone a tocar en público evita que los focos perturben el acto íntimo de su comunicación con el instrumento, y además huye de cualquier imagen que distorsione ese diálogo íntimo. De ahí su conocida escenografía y ceremonial: un escenario con temperatura moderada y luces atenuadas, precisa afinación del instrumento, condiciones que favorecen la sonoridad y una concentración plena, sin distracciones.

Con esta ambientación consigue, aún frente a un auditorio de miles de personas, que su recital se convierta en un ritual casi privado, como si el espectador sintiera que el concierto le estuviera dedicado personalmente.

Ver a Sokolov en directo es una experiencia musical sin precedentes, y bien lo saben los espectadores del FIMC, que casi han agotado las localidades a la venta para sus conciertos en Gran Canaria y Tenerife. En cualquier caso, las pocas entradas que quedan disponibles se pueden adquirir en los puntos de distribución habituales de los dos auditorios, así como en la web festivaldecanarias.com.

Byrd y Brahms en un programa recién anunciado

Otra de las peculiaridades de Grigory Sokolov es el misterio de los repertorios con los que se presenta en cada destino. Como es costumbre en él, la elección del programa para el FIMC se ha dado a conocer hace apenas unas pocas semanas, y con él mostrará dos de las diferentes vertientes y épocas que es capaz de asumir como intérprete.

Sokolov comenzará sus conciertos con una selección de obras del compositor William Byrd, todo un exponente del Renacimiento tardío. En total, son cinco canciones que sintetizan el trabajo del que muchos llaman ‘padre’ de la música inglesa y al que, además, se le considera como un adelantado a su tiempo. Todas pertenecen a la recopilación autorizada ‘The Byrd Edition’, editada en 2023 coincidiendo con el 400 aniversario de la muerte del autor.

El pianista pasará del Renacimiento al Romanticismo con las dos obras siguientes, ambas escritas por Johannes Brahms. En primer lugar, interpretará las Cuatro baladas para piano creadas por el compositor alemán con 21 años. Culminó esta pieza poco tiempo después de conocer a la familia de Robert Schumann, que durante una temporada ayudó a Brahms a lanzar su carrera como músico. Años más tarde, confesaría que las baladas estaban dedicadas a la esposa de Schumann, Clara, quien también tenía un gran aprecio por el joven compositor.

Para cerrar la noche, Sokolov finalizará con las Dos Rapsodias de Brahms. La diferencia con respecto a la obra anterior es que esta partitura se desarrolló en la etapa de madurez del compositor. En concreto, en verano de 1879, durante una estancia en la localidad alpina de Pörtschach. En esta ocasión, el músico dedicó su creación a la también compositora Elisabeth von Herzogenberg, con quien mantuvo una larga amistad. Es más, fue ella quien animó a Brahms a poner el nombre de Rapsodia a la obra, si bien él era más partidario de llamarla klavierstücke, cuya traducción es “piezas para piano”.

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